lunes, 6 de abril de 2020

Dos años

4 de abril de 2018 eran las 13 hrs. aproximadamente y yo me encontraba sentada en la sala de espera de oncología del Hospital Juárez de México aguardando a que me llamaran pues iba a recibir mi primer quimioterapia.

Era todo un mundo nuevo para mí y aunque había decidido que iba a ir con todo el optimismo y la mejor actitud, la verdad es que estaba aterrada. Me daba miedo la incertidumbre de lo que podía pasar, me daba miedo el dolor, me aterraba el no saber a donde me iba a llevar ese nuevo camino en mi vida llamado cáncer.

Dos años han pasado de esa primera vez que entré a la sala de quimio y que mejor momento para recordarlo que hoy cuando el mundo está detenido, lleno de temor e incertidumbre.
Este recuerdo me hace caer en cuenta de que todo pasa, que los miedos tarde o temprano se tienen que enfrentar y que el dolor sana, que las heridas se convierten en cicatrices y que nosotros tenemos la gran oportunidad de poder sacar lo mejor de la más temida desgracia.

¿Quién iba a decir que dos años después iba a querer tanto a esa enfermera que me dio el primer “piquetote”?, ¿quién iba a decir que el cáncer me iba a enseñar tanto, me iba a traer tantas cosas buenas? ¿quién iba a decir que la niña asustada que llegó a quimio ese 4 de abril se iba a convertir en la mujer que es hoy?

Así funciona el universo, nos prepara entre caricias y heridas para situaciones extraordinarias.
Por eso hoy te digo que todo esto que vivimos va a pasar, que esta crisis es una manera más en la que la vida nos enseña a crecer, es el desvío del camino que nos lleva a donde tenemos que estar. Para que cuando todo esto acabe tengamos la oportunidad de ser mejores y de vivir como se debe; cada día como si fuera un milagro.

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